La hija del ferroviario
03. May, 2013 - Francisco Cortes Rueda - Espacio Literario, Relatos cortos

Cuando mi tristeza le ganaba la partida al vino barato, envolvÃa la botella en un plástico y nos Ãbamos juntos yo y lo que quedaba del vino a escuchar reÃr los trenes. A veces también nos acompañaba a las vÃas un trozo de pan pero siempre estaba duro y no lo podÃa morder; entonces cortaba las puntas de mis guantes para poderlo mojar en el vino y mis dedos siempre estaban húmedos. El viejo chaquetón ya no me protegÃa ni del frÃo ni del calor ni de la velocidad del tren arremolinándose en mi pasado. En verano esperar trenes era tan frÃo como en invierno esperar trenes, pero sonreÃa con ellos mientras pasaban en el rechinar de la risa del hierro de sus ruedas contra las vÃas que tanto me recordaba a ella. Luego los veÃa alejarse y de nuevo le dejaba ganar la partida a la soledad.
El año que la vivà vivÃa con su madre en el edificio de la antigua estación de tren. Su padre habÃa sido el jefe de estación hasta que los trenes dejaron de pasar y él se fue con el último. Recuerdo de aquel año que las vÃas ya solo vibraban con el paso de unos pocos mercancÃas al dÃa. Los muchos trenes cargados de ilusiones y vidas habÃan dejado paso a los pocos trenes cargados de trigo y maÃz y ella empezaba a ser joven y yo como la estación, hacÃa años que habÃa terminado mi juventud. No recuerdo el sabor de sus labios porque nunca la besé y me tuve que inventar el recuerdo para poderlo recordar. También me tuve que inventar como reirÃan los trenes desde su habitación porque nunca subà a su habitación a reÃr con ella. Un dÃa me preguntó si yo la querÃa y le dije que no. Fue mi última mentira. Cuando quieres a alguien de verdad le deseas lo mejor y yo no era lo mejor para envejecer su juventud. De eso hace ya 20 años y nunca la volvà a ver.
Frank Toche
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